Si hay una sala de conciertos conocida en el mundo es el Carnegie Hall de Nueva York, del que se dice que posee una acústica inigualable. Es una visita obligada para los amantes de la música.
Su fundador, el millonario Andrew Carnegie, financió su construcción a finales del siglo XIX, y su diseño se lo debemos al arquitecto William Tuthill: el Carnegie Hall destaca por su arquitectura, con una fachada de ladrillo y un salón de entrada de inspiración renacentista, gracias a las arcadas de yeso y el techo abovedado.
El Main Hall
El Main Hall es el auditorio principal del Carnegie Hall: tiene forma de herradura, cinco pisos de altura y espacio para casi 3.000 espectadores. Hoy en día es conocido como Auditorio Isaac Stern y es famoso en todo el mundo por su excelente sonido.
Los otros auditorios
El Carnegie Hall posee dos auditorios más pequeños, el Recital Hall y el Chamber Music Hall, de menor capacidad y dedicados a albergar el Rose Museum y el archivo del Carnegie Hall.
Visitar el museo, de entrada gratuita, es una opción interesante, pues en él podemos ver partituras originales, fotografías firmadas por cantantes famosos e instrumentos y todo tipo de objetos relacionados con la historia del edificio.
Durante algunos años, el Carnegie Hall fue la sede de la Orquesta Filarmónica de Nueva York, hasta que esta se trasladó hasta su nuevo emplazamiento en el Lincoln Center. Fue entonces cuando los herederos de Andrew Carnegie se plantearon vender el terreno sobre el que asienta para usos comerciales, con la consiguiente demolición del auditorio.
A pesar de todo, finalmente el ayuntamiento de Nueva York adquirió el Carnegie Hall en los años sesenta e incluso consiguió que fuera declarado monumento histórico.
El Carnegie Hall debe su fama a la infinidad de músicos que han pasado por su escenario, desde los más clásicos hasta los más emblemáticos, como los Rolling Stones o los Beatles, cuyos retratos cuelgan en los pasillos del edificio. Y es que decía Isaac Stern, uno de los grandes violinistas del siglo XX, que la acústica del Carnegie Hall podía convertir una melodía mediocre en un concierto inolvidable: cualquier artista puede consagrar su carrera después de haber actuado en el Carnegie Hall.